Pero hoy está más cerca de ser una realidad gracias al desarrollo tecnológico con el uso de las energías renovables. El cambio de visión a largo plazo de las grandes empresas automotrices está creando un mercado competitivo en el sector de los automóviles eléctricos, que a su vez promueve la reducción de las emisiones de carbono.

En 2019 se vendieron 2.2 millones de automóviles eléctricos en el mundo, mientras que en 2020 las ventas ascendieron a más de 3.0 millones de unidades, de acuerdo con la Agencia Internacional de la Energía (AIE). A finales de 2020 se registró un total de 10 millones de automóviles eléctricos en el mundo, de los cuales 5.4 millones se encontraban en China, 3.3 millones en Europa y 1.8 millones en Estados Unidos.

Estos coches requieren de una tecnología avanzada que sea capaz de utilizar la energía eléctrica para funcionar, como lo hacen los automóviles con motor de combustión. Por ello se han desarrollado baterías más eficientes, con mayor potencia y densidad, y con ciclos de vida más largos. A estas se les conoce como baterías de ion de litio.

Las baterías de ion de litio se pueden recargar en un menor tiempo, y su descarga es más lenta, tienen mayor densidad de energía y no presentan efecto memoria (que se reduzca la capacidad de las baterías si las cargas son incompletas). Sin embargo, como toda tecnología, estas baterías cuentan con algunas desventajas, como el sistema de protección que requieren y su costo.

Debido a que es una tecnología relativamente nueva, las baterías de ion de litio resultan ser casi 40% más caras que las de niquel-cadmio. El precio de este tipo de baterías en 2010 era de 1.100 dólares por kilovatio hora (kWh), mientras que en 2019 era de 156 dólares, y se espera que en 2024 baje a 100 dólares.

El desarrollo de una batería que almacene una gran cantidad de energía con la mejor autonomía posible resolverá uno de los grandes problemas a los que actualmente se enfrentan los productores de automóviles eléctricos. En el mundo, el 71% del litio se destina a la producción de baterías, mientras que el restante se destina a otros bienes como la cerámica y el vidrio, las grasas lubricantes, los polímeros, entre otros. El crecimiento tan rápido que ha experimentado este metal para la producción de baterías se debe al incremento en la demanda de automóviles eléctricos en todo el mundo, así como a la creciente producción de smartphones y otros dispositivos electrónicos.

En el mundo, se produjeron 437,000 toneladas LCE (Carbonato Litio Equivalente) en 2020. El principal productor fue Australia con 213,000 toneladas, le siguen Chile con 96,000 toneladas, China con 75,000 toneladas, Argentina con 33,000 toneladas, y Brasil con 10.000 toneladas.

De acuerdo con la Secretaría de Economía (SE), en México actualmente no se encuentra ningún yacimiento de litio en explotación, pero existen tres proyectos en fase de exploración en los estados de Baja California, San Luis Potosí, Zacatecas y Sonora. Este último cuenta con un yacimiento de 8.8 millones de toneladas (Mt) de LCE.

Los principales países importadores del hidróxido de litio (el componente de las baterías) son Corea del Sur con un 47%, Japón con el 42% y los Estados Unidos con un 2%, lo que significa que el mercado asiático consume el 89% del material requerido en la fabricación de las baterías de los automóviles eléctricos. En el 2020, la demanda de litio fue 50% mayor a la del 2016 y se espera que la demanda de este metal siga aumentando debido a la incorporación de las grandes compañías automotrices al mercado de los vehículos eléctricos.

Ante esta situación, a México se le presenta una oportunidad única en su historia. La futura explotación de sus yacimientos de litio, el encarecimiento de este metal y el evidente incremento en la demanda de su consumo lo podría posicionar como un jugador clave en el futuro del mercado de los automóviles eléctricos.

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