Vsitar el Valle de Cuatro Ciénegas es vivir una aventura que incluye el ecoturismo y el turismo cultural. La experiencia puede iniciar haciendo base en la cabecera municipal, declarada en 2012 Pueblo Mágico, a poco más de tres horas de Saltillo, capital del estado de Coahuila. Ahí, se puede hospedar en alguna de sus varias opciones de hoteles, o un hostal, y luego salir para recorrer a pie la ciudad, de algo más de 12,000 habitantes, y así disfrutar de sus muchos atractivos.
Desvelando la magia
Antes de emprender el recorrido por este Pueblo Mágico, es interesante saber que desde 1761 colonizadores españoles intentaron varias veces fundar la hoy cabecera municipal de Cuatro Ciénegas, y otras tantas veces se lo impidieron grupos étnicos de la región contrarios a ese asentamiento. Por fin, en 1800, el gobernador de Coahuila, Antonio Cordero y Bustamante, consiguió establecer definitivamente la entonces Villa de Nuestra Señora de Dolores y Cuatro Ciénegas, cuya primera autoridad civil fue Julián de la Riva, quien junto con otras 10 personas fueron los colonos de la añeja localidad.
Existe la historia de que el nombre de Cuatro Ciénegas se refiere a la abundancia de manantiales, que solían convertirse en ciénagas o pantanos, en los cuatro puntos cardinales del valle, aunque otra versión sugiere que alude a cuatro lagunas ubicadas en esta zona. Lo cierto es que la denominación está representada visualmente en el escudo local.
Dicho lo anterior, el recorrido puede comenzar en el Centro Histórico de Cuatro Ciénegas, visitando la plaza principal, con su típico quiosco al centro, rodeado de jardines; la parroquia de San José, consagrada al santo patrono del pueblo, cuya festividad se celebra el 19 de marzo; el palacio municipal, con sus murales históricos, sobresaliendo el titulado Homenaje a los fundadores, y el Museo Casa de la Cultura, donde se resguardan y exhiben vestigios arqueológicos y paleontológicos, así como objetos y fotografías antiguas, además de difundirse información acerca de la flora y fauna endémicas.
Mención aparte merece la Casa Museo Venustiano Carranza, que ocupa el domicilio donde nació, el 29 de diciembre de 1859, quien fuera presidente municipal de Cuatro Ciénegas (1894-1898), gobernador de Coahuila (1911-1913), primer jefe del Ejército constitucionalista y encargado del Poder Ejecutivo de México (1914-1917) y primer presidente constitucional del país (1917-1920).
Estrechamente vinculada con esta edificación, es bueno mencionar también la casa de la cultura que hoy ocupa la morada donde el prócer coahuilense, conocido como el “Barón de Cuatro Ciénegas”, habitó con su esposa e hijos. Para completar la experiencia histórica-cultural en la localidad, qué tal un paseo por el pintoresco y fotogénico Callejón de Guevara y la visita a la recién remodelada Plaza de Toros, donde tiene lugar en julio la coronación de la Reina de la Feria de la Uva, entre muchos otros eventos. Y, a propósito de la vid, no pueden faltar en el itinerario las bodegas vinícolas Ferriño y Vitali, donde se producen vinos con uva de la región, entre ellos el afamado tinto Sangre de Cristo.
Explorando una maravilla natural
La aventura ecoturística en el Valle de Cuatro Ciénegas puede empezar dirigiendo la vista al oriente para admirar el impresionante Cerro del Muerto, cuyo nombre se debe a que su forma semeja a un cadáver tendido sobre el suelo. Ahí suelen practicarse el senderismo, escalada, ciclismo de montaña, cabalgata y la observación de la naturaleza, entre otras actividades al aire libre. Al pie del cerro, cuya importancia para la localidad es tal, que también figura en su escudo se erigió una estatua ecuestre de Venustiano Carranza.
Sin embargo, la mayoría de los grandes atractivos naturales están en el suroeste del valle que, con poco más de 84,000 hectáreas, fue declarado en 1994 Área Natural Protegida en la categoría de Área de Protección de Flora y Fauna, con el objetivo de “preservar los hábitats naturales de la región y los ecosistemas más frágiles; asegurar el equilibrio y la continuidad de sus procesos evolutivos ecológicos, aprovechar racional y sostenidamente sus recursos naturales; salvaguardar la diversidad genética de las especies, particularmente de las endémicas, amenazadas y en peligro de extinción; y proporcionar un campo propicio para la investigación científica y el estudio del ecosistema y su equilibrio”.
Para iniciar la exploración de la también declarada Maravilla Natural de México en 2007, están los cientos de manantiales (pozas) alimentados por corrientes subterráneas que tienen su origen en las montañas circundantes. Entre esos cuerpos hídricos destaca la poza Azul, de cristalinas aguas ricas en minerales que le dan su característica tonalidad turquesa. Con una profundidad de cinco metros y rodeado de juncos, este manantial es el hábitat de una flora y fauna endémicas en la cual predominan microorganismos que datan de hace millones de años y han sobrevivido solo ahí, en condiciones extremas de temperatura y salinidad. Por ello, la poza Azul no es únicamente un punto de interés turístico, sino también de investigación científica, formando parte como sitio Ramsar, de la Lista de Humedales de Importancia Internacional, desde 1995.
Otra poza no menos interesante y atrayente es Las Playitas, con su extensión de kilómetro y medio de diámetro para remar en kayak, actividad que, además del esnórquel, también es posible practicar en el río Mezquites o río San Marcos, observando la diversidad de peces. Aparte, en torno a sendas pozas, se han creado los concurridos balnearios El Churince, La Ilusión y El Anteojo.
Las dunas de Yeso también son un importante atractivo de Cuatro Ciénegas. Se trata de un desierto de 800 hectáreas de suaves arenas blancas (llamadas “arenales” por los lugareños) y son el hábitat de especies únicas de plantas gypsófilas (tipo flor de nube) y matorrales, así como de una escasa vegetación en la cual predominan el sotol, la yuca y el mezquite. En medio de este paisaje níveo, sobresale El Castillo, una gran formación de yeso que semeja una edificación de este tipo.
Como un atractivo singular, tenemos la mina de mármol, una cantera abandonada cuyas enormes formaciones geométricas hechas por la mano del hombre constituyen una magnífica escenografía arqueológica para tomar fotos dignas de presumirse en redes sociales. Desde la cima de esta cantera, que puede escalarse, es posible tener una espectacular vista panorámica del valle, al igual que desde las cúspides de las sierras de San Marcos y de la Fragua. Para redondear la experiencia, los más antiguos pobladores del Valle de Cuatro Ciénegas, hace miles de años, se manifiestan a través de las pinturas rupestres que pueden verse en las cuevas del ejido Nueva Atalaya, donde se han encontrado puntas de flechas, cestas y petates, entre otros vestigios de los ancestros que habitaron este oasis que hoy disfrutamos, en medio del desierto, al norte de México.