El iceberg A23a, el más grande y antiguo del planeta, ha comenzado un viaje impredecible tras desprenderse de la plataforma de hielo Filchner, en la Antártida, y liberarse de su punto de encallamiento. Este coloso de hielo, con una superficie de 3.600 kilómetros cuadrados y un peso cercano al billón de toneladas, es ahora un gigante errante que se desplaza por el Océano Austral. Imágenes satelitales del British Antarctic Survey (BAS) confirmaron su desplazamiento, una noticia que genera gran preocupación por sus implicaciones ecológicas y los efectos del cambio climático.
El iceberg A23a: dimensiones colosales
El iceberg A23a es un remanente de un iceberg aún más grande, A23, que se desprendió en 1986 de la plataforma de hielo Filchner, en la Antártida. Su masa es impresionante: más de 20 veces la superficie de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). Aunque en su mayoría se encuentra sumergido, el iceberg destaca por su volumen, el cual representa apenas el 10% visible. “Lo que vemos es solo la punta del iceberg”, explicó Lucas Ruiz, glaciólogo del Conicet, destacando que su volumen total está mucho más allá de lo que se puede observar.
Este témpano, que se mantuvo varado en el Mar de Weddell durante más de tres décadas, comenzó a moverse lentamente hacia el norte en 2020. Sin embargo, no fue hasta 2023 cuando el iceberg logró liberarse de la columna de Taylor, un fenómeno oceanográfico que lo mantenía atrapado en una dinámica circular que retrasaba su deriva hacia aguas más cálidas.
Cambio climático: ¿culpable del desprendimiento
La pregunta sobre si el cambio climático jugó un papel en el desprendimiento del iceberg sigue siendo un tema de debate entre los científicos. Mientras que algunos expertos sugieren que las temperaturas más cálidas podrían haber acelerado el desgaste de los bordes del témpano, Lucas Ruiz se muestra cauteloso. Según el glaciólogo, es necesario realizar más investigaciones para determinar si el calentamiento global fue el factor determinante en este caso, o si el desprendimiento de A23a es parte de un ciclo natural de vida de los icebergs.
En todo caso, es indiscutible que el iceberg está perdiendo volumen a medida que avanza hacia aguas más cálidas, donde su fragmentación y eventual desintegración son inevitables.
Hacia dónde se dirige el iceberg
El A23a continúa su derretimiento a medida que se desplaza hacia el Atlántico Sur. Es probable que sea arrastrado por la Corriente Circumpolar Antártica, siguiendo una ruta conocida como el “callejón de los icebergs”, que lo llevará hacia la isla subantártica de Georgia del Sur. En este punto, se fragmentará en trozos más pequeños antes de desaparecer por completo.
“Estamos interesados en ver si tomará la misma ruta que otros grandes icebergs que se han desprendido de la Antártida, y lo que es más importante, qué impacto tendrá esto en el ecosistema local“, señaló Andrew Meijers, oceanógrafo del BAS. Los científicos continúan monitoreando el progreso del iceberg y su impacto sobre el medio ambiente marino, en especial debido a la relevancia que tienen los nutrientes que estos gigantescos bloques de hielo pueden aportar a las aguas por las que pasan.
Implicaciones ecológicas y oceanográficas
El derretimiento de A23a, además de ser un fenómeno natural, podría tener repercusiones significativas en los ecosistemas marinos. Como otros icebergs, A23a podría liberar nutrientes vitales a las aguas por las que pasa, creando zonas de alta productividad en el Océano Austral.
“Sabemos que estos gigantescos icebergs pueden aportar nutrientes a las aguas, creando ecosistemas prósperos en áreas que de otro modo serían menos productivas”, explicó Laura Taylor, biogeoquímica del proyecto BIOPOLE, quien participó en una expedición para estudiar el iceberg de cerca.
Un fenómeno que no se detiene
A medida que el iceberg A23a continúa su camino hacia el sur, la preocupación por el impacto del cambio climático en el océano Austral crece. La aceleración del deshielo en la región y las “anomalías sin precedentes” que atraviesa la Antártida están generando alertas a nivel global, como lo indica el informe Protecting a Changing Southern Ocean de la Coalición Antártica y del Océano Austral. La desintegración de A23a se convierte así en un testimonio más de los efectos visibles de un planeta que cambia rápidamente.