Hace unos días un avezado economista decía con orgullo que los ingresos tributarios de petróleo y gas representan más del 50% del valor de la producción. Esa cifra parece estrambóticamente beneficiosa para la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, cuya vocación por naturaleza es recaudar a como dé lugar. 

Sin embargo, habría que ver que ese porcentaje digno de presumir ha representado -con otros factores- la quiebra técnica para Petróleos Mexicanos (Pemex).  Quiebra técnica es la manera elegante que los economistas utilizan para no decir que la empresa habría bajado la cortina desde hace varios años si no fuera por el respaldo financiero del Gobierno.

¿Qué empresa puede estar dispuesta a compartir no la mitad de sus ganancias, sino la mitad de sus ingresos? Por más eficiente que quiera ser, ninguna compañía tendría recursos para reinvertir, modernizarse y obtener utilidades con esa carga tributaria. A pesar de eso, la administración federal insiste en mantener a Pemex, con vida artificial, para garantizar su soberanía energética. 

Hace unos días el director de Pemex, Víctor Padilla, aseguró que su principal objetivo al frente de la petrolera mexicana es mejorar su desempeño operativo. Nada diferente de lo que todos los directores han deseado para la mega compañía que, por decreto, ya no es una Empresa Productiva del Estado (EPE) sino una empresa pública, es decir que ya no perseguirá utilidades. 

Como EPE, Pemex tenía el mandato de generar valor y rentabilidad para el Estado mexicano. Si cuando tenía como mandato generar ganancias no lo hacía, ahora menos que su figura jurídica ya no la obliga. 

Al tercer trimestre de este año Pemex registró una pérdida neta de 430 mil 100 millones de pesos y durante todo el sexenio de Andrés Manuel López Obrador la cifra superó los 1.3 billones de pesos, lo que representa todo el gasto que se destinó a pensiones en México durante el 2023.

En un estudio, el Instituto Mexicano de la Competitividad (IMCO) recordó que el ex presidente Andrés Manuel López Obrador planteó la meta de producir 2.6 millones de barriles de crudo [la producción actual es de 1.8 millones de barriles en promedio) y señala que “la apuesta era equivocada por un error básico de concepción: producir más petróleo no necesariamente iba a incrementar la renta petrolera disponible para el gobierno; para que eso suceda, la empresa debe ser productiva, eficiente”.

Esas dos últimas palabras: productiva y eficiente, se dicen fácil, pero significarían dejar de lado la refinación a cargo de Pemex Transformación Industrial, que es el área que más pérdidas le genera; reestructurar su pasivo laboral, reducir su deuda; obtener un esquema financiero menos asfixiante y replantear su relación con el sindicato que siempre ha significado un lastre, entre otros aspectos que, en conjunto, han mermado la situación financiera de la empresa, la cual aunque en quiebra técnica, vuelve a ser, dice la presidenta Claudia Sheinbaum, “de los mexicanos”.

¿Quieren ayudar a Pemex? Que cada mexicano aporte poco más de 17 mil pesos, porque es a lo que equivale la deuda que enfrenta Pemex. Cada uno de los más de 120 millones de mexicanos tendrían que hacer su aportación, (los beneficiarios de programas podrían renunciar a su renta bimestral por algunos bimestres), pero sólo cubriría su adeudo y seguiría enfrentando problemas financieros y operativos. Pemex representa la rifa del tigre para cualquiera que tenga buenas o malas intenciones.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *