Científicos como John Latham, del Centro Nacional de Investigaciones Atmosféricas en Boulder (Colorado, Estados Unidos), e ingenieros como Stephen Salter, de la Universidad de Edimburgo, en Escocia, han sugerido la posibilidad de emplear barcos para lanzar agua del mar pulverizada en finísimas gotas a la troposfera.
Salter está convencido de que esta técnica incrementaría el tamaño, la longevidad y la blancura de los estratocúmulos marinos, lo que aumentaría la capacidad de estas nubes para reflejar los rayos solares. Esto tendría un efecto refrigerante.
“La base del proceso, dice Salter está en los residuos salinos presentes en gotas minúsculas muy concentradas, lo que aumentaría la reflectividad en virtud del efecto Twomey“.
Este explica por qué las nubes se tornan más blancas cuanto mayor es el número de gotas, superconcentradas y superpequeñas, que forman parte de su volumen, y por qué las nubes se oscurecen como los nubarrones negros de tormenta cuando sus gotas son de mayor; en esta caso, la posibilidad de precipitación se dispara de forma asombrosa.
Una flota de 1.500. Las gotas pulverizadas por los barcos a la atmósfera tendrían un diámetro de 0,8 micras, lo que facilitaría el efecto Twomey. Salter y su colega Latham estiman que serían necesarios 1.500 barcos, que costarían entre 1,3 y 2,5 millones de euros cada uno.
Esta cantidad es muy inferior a los 180.000 millones de euros que deben destinarse anualmente en el mundo para recortar emisiones contaminantes, según el Copenhagen Consensus Center, organización dirigida por Biorn Lomborg que apoya iniciativas de geoingeniería. El plazo previsto por los investigadores para implantar el sistema es de 25 años. Los buques aportarían, además, datos sobre velocidad del viento, salinidad, presión atmosférica o concentración de plancton.