Hoy martes 12 de marzo, el primer ministro de Haití dijo que renunciaría a su cargo, cediendo a la presión internacional para salvar a su país, atrapado por la violencia y controlado por pandilleros fuertemente armados.
Ariel Henry hizo el anuncio horas después de que varios funcionarios, entre ellos, líderes caribeños y el secretario de estado de Estados Unidos, Antony Blinken, se reunieron en Jamaica para analizar una solución para detener la creciente crisis en Haití y acordaron una propuesta conjunta para establecer un consejo de transición.
Es sencillo atribuir el último brote de violencia en la primera república negra libre de Occidente a la arraigada pobreza, el legado del colonialismo, la deforestación generalizada y la interferencia europea y estadounidense.
Sin embargo, una serie de expertos dijo a la agencia The Associated Press que la causa inmediata más importante es algo más reciente: los mandatarios haitianos han dependido cada vez más de las pandillas callejeras.
Hace décadas que Haití no tiene un ejército permanente o una fuerza de policía nacional fuerte y bien financiada.
Las intervenciones de Naciones Unidas y Estados Unidos han ido y venido. Sin una tradición de instituciones políticas limpias, los líderes haitianos han utilizado a civiles armados como herramientas para ejercer el poder.
Ahora el estado se ha debilitado hasta el extremo y las pandillas ocupan su lugar.
Los líderes pandilleros, en escenas surrealistas, celebran conferencias de prensa. Y muchos les ven como futuros participantes en las negociaciones sobre el futuro del país.
En 1990 se impuso un embargo al país después de que el ejército derrocara al presidente Jean-Bertrand Aristide. El embargo y el aislamiento internacional devastaron a la pequeña clase media del país, indicó Michael Deibert, autor de los libros “Notes From the Last Testament: The Struggle for Haiti” y “Haiti Will Not Perish: A Recent History”.
Después de que un contingente de Naciones Unidas respaldado por Estados Unidos expulsara a los líderes golpistas en 1994, un arreglo impulsado por el Banco Mundial llevó a la importación de arroz estadounidense y destruyó la sociedad agrícola rural, señaló Deibert.
Los chicos sin trabajo llegaron en masa a Puerto Príncipe y se unieron a las pandillas. Los políticos empezaron a utilizarles como brazo armado barato. Aristide, un sacerdote convertido en político, se hizo famoso por utilizar a pandilleros.
En diciembre de 2001, el oficial policial Guy Philippe atacó el Palacio Nacional en un intento de golpe de Estado, y Aristide convocó a los pandilleros para que salieran de las barriadas, explicó Deibert.
“No fue la policía la que defendió el Palacio Nacional del gobierno”, recordó Deibert, que estaba allí. “Fueron miles de civiles armados”.
“Están estos distintos políticos que han colaborado con estas pandillas durante años, y (…) les estalló en la cara”, continuó.
Muchas de las pandillas se retiraron ante la MINUSTAH, una fuerza de Naciones Unidas establecida en 2004.
René Préval, el único presidente elegido democráticamente que completó dos mandatos en un país conocido por su agitación política, trató a las pandillas con mano dura y les dio a elegir entre “desarmarse o morir”, dijo Robert Fatton, profesor de asuntos exteriores y de gobierno en la Universidad de Virginia.
Después de su presidencia, los líderes posteriores fueron suaves con las pandillas en el mejor de los casos y tenían lazos con ellas en el peor.
Todas las figuras relevantes de la sociedad haitiana tenían sus pandillas, señaló Fatton, y aunque la situación actual no es única, se ha deteriorado a un ritmo más rápido.
“En los últimos tres años, las pandillas empezaron a ganar autonomía. Y ahora son un poder en sí mismo”, dijo, comparándolo con un “estado de minimafia”.
“La autonomía de las pandillas ha alcanzado un punto crítico. Por eso ahora son capaces de imponer algunas condiciones al propio gobierno”, dijo Fatton.
“Los que crearon las pandillas crearon un monstruo. Y ahora puede que el monstruo no tenga el control por completo, pero tiene la capacidad de bloquear cualquier clase de solución”, dijo.
Las pandillas, al igual que muchos políticos y empresarios, ganan dinero de una combinación ilícita de “impuestos” reunidos a través de la extorsión, secuestros y contrabando de drogas y armas, señaló Fatton.
“Hay toda clase de redes criminales en la zona”, indicó.
Después de Préval, pandillas, políticos y empresarios exprimieron cada dólar que pudieron, dijo François Pierre-Louis, profesor de ciencias políticas en el Queens College en The City University de Nueva York.
“Era una jornada de puertas abiertas para pandillas, drogas, el país básicamente (…) se convirtió en un narcoestado“, afirmó. “Las pandillas ganaron poder y no solamente tenían poder, tenían protección del Estado, políticos que las protegían”