Miles de ciudadanos salieron ayer a las calles y llenaron el Zócalo capitalino para protestar en contra del llamado plan B electoral, en un ejercicio que se replicó en 120 ciudades de México y el resto del mundo, como París, Vancouver y Lisboa.

Frente a la marea ciudadana, vestida de rosa, el ministro en retiro José Ramón Cossío, uno de los dos oradores de la movilización, envió un mensaje a los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, quienes decidirán sobre la constitucionalidad del plan B, que, entre otras cosas, elimina las 300 Juntas Distritales del Instituto Nacional Electoral (INE).

“Queremos decirles a los señores ministros y a las señoras ministras, teniendo frente a nuestros ojos el edificio en el que laboran, que confiamos en ellos, en su talante democrático”, dijo.

Previo a su discurso, un grupo de jóvenes dejó miles de rosas a las puertas de la Corte, como símbolo de confianza en los ministros.

Beatriz Pagés, la otra oradora, cuestionó el plan B, el cual, dijo, es un intento de mutilar al INE.

De acuerdo con los organizadores, 380 mil personas participaron en la movilización, mientras que el Centro de Orientación Vial de la Ciudad de México señaló que fueron 90 mil.

Una marea rosa llenó el Zócalo; “hay que ser demócratas todos los días”

Cientos de miles de ciudadanos acabaron con la idea de que las calles son de los movimientos de izquierda; piden a la SCJN que frene el plan B de la reforma electoral que atenta contra la operatividad del INE.

El Palacio Nacional, enorme mole de cantera, tezontle, piedra caliza y centurias de historia, fue disfrazado en la víspera como un remedo de acorazado. Lo cubrieron con 250 gigantescas placas de acero, engarzadas con cadenas y sobre éstas, gruesos cables de acero, que se toparon con la “marea rosa”, “marea ciudadana”, que ayer domingo desbordó el Zócalo de la Ciudad de México y sus alrededores.

“No sólo hoy debemos ser demócratas, debemos hacerlo a diario de todas las maneras posibles, esta enorme concentración ciudadana nos lo ha recordado y a este llamado hemos ya respondido, mi voto no se toca”, arengó el ministro en retiro José Ramón Cossío, uno de los dos oradores de la movilización ciudadana más grande a nivel nacional que se tenga registro en la historia moderna del país.

La organización Unid@s reportó que en las concentraciones realizadas en 120 ciudades de México y algunas partes del mundo como París, Nueva York, Madrid, Los Ángeles, Lisboa, Barcelona, Austin, Brownsville, Londres, Washington DC, Tucson y Vancouver, se llegaron a reunir 1.5 millones de personas. Mientras en la Ciudad de México los organizadores contabilizan 380 mil participantes, el Centro de Orientación Vial de la Ciudad de México señalan que fueron 90 mil.

Como preámbulo de la intervención de Cossío, un grupo de jóvenes dejaron a las puertas de la Suprema Corte de Justicia de la Nación una ofrenda de miles de rosas —de a cinco pesos cada una—, como símbolo de confianza que la ciudadanía tiene en los ministros para que no dejen pasar la reforma electoral del oficialismo, mejor conocida como plan B y que en su espíritu, atenta contra la operatividad del Instituto Nacional Electoral (INE).

Cossío fue la voz de cientos de miles de personas que ratificaron con hechos, el fin del monopolio de que históricamente las calles llenas de protestas estaban reservadas para los movimientos de izquierda, como los que en su momento encabezaron Cuauhtémoc Cárdenas. Los más madrugadores poblaron desde las 7 de la mañana la Plaza de la Constitución, que trabajosamente se fue desalojando minutos antes de las doce del mediodía, cuando se terminó de entonar el Himno Nacional Mexicano, que estremeció.

“Queremos decirles a los señores ministros y a las señoras ministras, teniendo frente a nuestros ojos el edificio en el que laboran, que confiamos en ellos, en su talante democrático y en su capacidad de comprender la gravedad de las decisiones que toman para preservar la vida democrática del país”, dijo el ministro en retiro, que no se enganchó en ninguna diatriba.

COMENZÓ UN DEBATE

La expectativa de si llenarían o no el Zócalo había sido el punto neurálgico desde que Guadalupe Acosta Naranjo informó a Excélsior —el 23 de enero—, sobre la marcha del 26 de febrero, continuación de la del 13 de noviembre, que se planteó como exitosísima.

Pero en realidad lo que terminó siendo la concentración de ayer fue el inicio de varios temas: el debate real de dos posiciones sobre el futuro del sistema electoral vigente en México desde hace 33 años. También una especie de referéndum; la consecuencia de la polarización desde el acorazado y la ciudadanización de la política, como lo dijo Pages.

EN 13 HORAS MONTARON TODO

Claudia Bertín, del Frente Cívico, fue una de las primeras en llegar ayer al Zócalo. Ella se encargó de los pormenores de la producción de la concentración. Entre las siete de la noche del sábado 25 y las 8 de la mañana de ayer domingo, 150 hombres al mando de Sergio Sánchez montaron siete pantallas gigantes, 4 de ellas en el Zócalo y 8 torres de 13 metros de altura con bocinas. Sánchez confirmó que la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, estuvo en el momento que llegaron ellos a trabajar para dar todas las facilidades a los organizadores.

Belanzaurán apela a la autonomía

La Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) deberá ejercer la división de poder y defender al Instituto Nacional Electoral (INE), afirmó Fernando Belaunzarán.

“El INE es el último bastión que queda de la democracia mexicana y lo tenemos que sostener, lo bueno es que está en la Constitución y lo que le pedimos a la SCJN es que ejerza la división de Poderes y hagan valer lo que dice la Constitución.

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