La sargento Adarely F.J. denunció a un mando superior de haberla agredido sexualmente y en lugar de justicia encontró revictimización del Ejército. Los testigos le dieron la espalda. El presunto agresor cayó en contradicciones. El abuso sexual fue encubierto.
El pasado 19 de septiembre, la jueza militar de control de la Séptima Región determinó la no vinculación a proceso por el delito de abuso sexual del teniente coronel de infantería Diplomado de Estado Mayor, Dorian P.T., superior jerárquico de la sargento, por no encontrar datos de prueba que acreditaran la presencia del militar en el cuartel el día y lugar de los hechos, el 23 de abril de 2022.
El acusado declaró que no había ido a trabajar el día en el que habrían ocurrido los hechos. Los videos del cuartel del 23 de abril fueron manipulados, se sobrescribió sobre ellos, de acuerdo con la carpeta de investigación.
Mientras que tres testigos, quienes según la sargento le habían manifestado su indignación y apoyo, en sus declaraciones negaron haber presenciado algún abuso sexual. La sargento y su defensa aseguran que fueron presionados y aleccionados porque se trata de un superior jerárquico, quien en la propia audiencia presumió de sus influencias.
“Los testigos saben que son cómplices”, dice la sargento en entrevista y asegura que les dio miedo declarar lo que vieron.
Sin embargo, aunque los testimonios intentaron deslindar del delito al teniente coronel de infantería, dos de ellos coincidieron en diferentes puntos con la denuncia de la sargento Adarely F.J.
De acuerdo con la denuncia de Adarely —que este semanario publicó el 20 de junio pasado—, el 23 de abril acudió al archivo de la 36 Zona Militar en Tapachula, Chiapas, cuando el teniente coronel Dorian P.T. llegó por detrás de ella, la manoseó y le frotó su pene. Horrorizada volteó a verlo.
“Perdón, me equivoqué. Te confundí con Karina”, le habría dicho para excusarse.
Un oficio del jefe de Estado Mayor, revisado por la reportera, constata que el 23 de abril de 2022 el teniente coronel “se encontraba realizando trámites administrativos referentes a su cambio de adscripción”, pues había causado baja desde el 16 de abril como subjefe de Estado Mayor del Cuartel General de la Trigésimo Sexta Zona Militar.
Pero el presunto agresor negó haber ido al cuartel ese sábado 23, dijo que se la pasó con su pareja en su domicilio e hizo sus maletas para partir a su nuevo destino el martes 26.
Según su testimonio, el domingo 24 de abril, un capitán de infantería del Estado Mayor lo mandó a llamar y le mostró la denuncia de la sargento. El teniente coronel dijo que pidió que la trajeran para hablar con ella y se quedaron a solas.
Acusó que ella “llegó en forma ofuscada” y “alterada” y le dijo que si no intervenía por ella en su Consejo de Honor por un tema de conducta, iba a denunciarlo de abuso sexual.
Sin embargo, el 9 de junio, un teniente coronel, compañero de Dorian P.T., declaró que un día antes de que el acusado saliera a su nuevo destino, sin que pudiera recordar la fecha, fue a verlo a su oficina y le dijo que se había metido en un “problema” porque cuando salió del Centro de Coordinación Suchiate vio a una mujer en el archivo y se le acercó por atrás, “tocándola con su mano sobre el hombro” y que cuando volteó se percató que era la sargento Adarely. “Perdón, me equivoqué”, contó que le dijo.
En la audiencia, ese testigo omitió decir que su compañero le había confesado que se había metido en un “problema” y que la había tocado, incluso que le dijo “perdón, me equivoqué”.
Solo declaró que el acusado le comentó que la sargento lo había “amenazado” con denunciarlo si no intervenía en su Consejo de Honor. Tras ser cuestionado al respecto, el testigo reconoció su declaración del 9 de junio.
El Ministerio Público comentó que obviamente el acusado no se iba a autoincriminar y por eso le había dicho a su compañero que le tocó el hombro.
Mientras que un cabo de caballería declaró que el 23 de abril sí escuchó una voz femenina, que ésta llamó a su compañero por su apellido, pero que no vio de quién se trataba. Luego, dijo que oyó “una voz aparentemente masculina que dijo: ‘perdón, me equivoqué’”, pero que no supo qué había sucedido.
En la audiencia cambió su versión, expuso que no sabía si era una voz masculina o femenina la que dijo “perdón”, y no mencionó la parte de “me equivoqué”. “¿Es todo?”, le preguntaron. “Sí”, respondió el testigo.
El cabo se mostró nervioso y no supo contestar cómo es que había tenido acceso a la declaración de la sargento, como había manifestado antes, cuando fue entrevistado por la Fiscalía militar.
Dijo que “estaba sufriendo burlas” y que le afectaba “moral” y psicológicamente haber sido involucrado en el caso. “Me siento perjudicado porque ya tengo problemas laborales”, expuso, y acusó que sufría “bullying”.
Todas las versiones resultaron contradictorias. Un soldado que fue testigo dijo que ella no había ido al archivo mientras él se encontraba de turno. Otro más, declaró que sí vio a la sargento, pero no al teniente coronel de infantería Dorian P.T.
Durante la audiencia, la sargento también tuvo que escuchar cómo el teniente coronel de infantería Dorian P.T. se victimizó y le dijo a la jueza que la denuncia lo ha afectado más a él, porque tenía la confianza del general secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval.
Según dijo, iba a ascender, sería nombrado como “subjefe del centro coordinador de obras del gobierno federal”, hasta que se ventiló la acusación.
La sargento contó cómo desde que fue a levantar su denuncia el capitán encargado le advirtió que le iba a arruinar la carrera “al jefe” y le pidió que desistiera.
Aunque durante la audiencia ella no dejaba de llorar, dijo que no puede dormir, contó que le da asco recordarlo y pasar por el lugar de los hechos, y siente miedo cuando alguien se le acerca por atrás. El dictamen en materia de psicología y psiquiatría determinó que no presentó alteraciones psicológicas compatibles con personas que han sufrido una agresión sexual.
En el mismo dictamen se reconoce que es posible que una persona víctima de abuso sexual no presente las típicas alteraciones psicológicas.
La revictimización contra ella ha sido constante. El informe policial de la Fiscalía General de Justicia Militar, del 17 de junio pasado, se refiere a ella como una persona “proclive a ingerir bebidas embriagantes”, mientras que del presunto agresor se destaca que “siempre fue buena persona con todos”.
Pese a enfrentarse a una institución machista, patriarcal y jerárquica, donde la mayoría de estos casos quedan impunes, la sargento Adarely dice que presentará un amparo y seguirá buscando justicia.
“Voy a seguir, porque me da tristeza que su acción no tenga castigo. Me sentí desprotegida. A los testigos les dijeron cómo tenían que responder, qué es lo que tenían que decir, y yo me quedé indefensa”, comentó en entrevista.