Ya pasaron ocho meses de la tragedia en la Línea 12 del Metro. Quienes resultaron lesionados o perdieron algún familiar la noche de aquel fatídico 3 de mayo aún padecen secuelas emocionales, pues desde el principio no recibieron los auxilios sicológicos necesarios para atacar el trauma vivido por el desplome de los vagones del tren que circulaba sobre el tramo elevado.
Trastorno por estrés postraumático, emociones desbordadas y sin control, insomnio, amnesia, estado de shock, problemas con la pareja y la familia, entre otros, son algunas de las afectaciones detectadas por Verónica Belén Rodríguez Hevia, sicoterapeuta privada y perito en psicología jurídica, en algunas de las víctimas a las que da tratamiento profesional.
En entrevista con Proceso, alerta: si los afectados directos e indirectos no reciben una intervención sicológica adecuada, independientemente de que se las proporcione el gobierno de la Ciudad de México, mediante la Comisión de Atención a Víctimas (Ceavi), o un servicio privado, pueden agravarse; sus males pueden convertirse en trastornos somatoformes, baja autoestima, o bien ser objeto de bullying escolar y laboral, mismos que pueden prolongarse por el resto de sus vidas.
Acreedora reciente de un doctorado Honoris Causa por el Instituto Kinneret de México, Rodríguez Hevia elabora el dictamen sicológico de las 22 víctimas representadas por el despacho Carbino Legal, documento que servirá para sustentar las demandas civil, penal y administrativa que éste presentará próximamente contra el gobierno de la CDMX y las empresas constructoras de la Línea 12.
En términos generales, dice la experta, “encontramos que no se les ha brindado la debida atención sicológica. Esto ha sido un común denominador. La mayoría vienen de un nivel socioeconómico bajo y tienen mucha desconfianza de la gente, pues ha habido quienes han querido sacar provecho de la situación”.
Tras esa ausencia de atención profesional, agrega, “nos encontramos con muchas víctimas que tienen cuestiones sicológicas significativas y que sufren un trastorno de estrés postraumático. No pueden dormir bien; no es posible que de mayo para acá todavía tengan los sentimientos a flor de piel.
No es lo mismo que nos acordemos de un hecho y nos duela, a que me desborde en la emoción. Eso no es normal, eso es porque no se ha generado una intervención sicológica adecuada y oportuna y muchos están en esta situación”.
Comenta que algunas víctimas aún manifiestan emociones desbordadas que les impiden hacer su vida normal. Otras están en el proceso de duelo ante el fallecimiento de su familiar o por la pérdida de la movilidad o de sus funciones cotidianas debido a las lesiones físicas sufridas que les impiden volver a ejercer su oficio. Eso también les ha desencadenado problemas familiares serios.
Fragmento del reportaje publicado en la edición 2357 del semanario Proceso, cuya versión digital puedes adquirir aquí.